domingo, 25 de septiembre de 2011

Texto de Rosa Pereda

Presentación: HUELLAS-AUSENCIA, Cinco versiones,

De Antonio Maya y Anunciada Fernández de Córdova

Es para mí un placer y un honor presentar esta deliciosa carpeta, Huellas-Ausencia, cinco versiones, que editan mis amigas Gemma y Eugenia , en su estupenda colección Vuela Pluma, y que firman Anunciada Fernández de Córdova, por la poesía, y Antonio Maya por la pintura. Ninguno de los dos, ni su editora, necesitan presentación, pero es el ritual y estoy absolutamente encantada de oficiar en él.

Ya el nombre de la colección, Vuela Pluma, en dos palabras separadas y no en una, indica, si me permitís el juego, por dónde van estos tiros. Como sin pretensiones –a vuelapluma- pero con esa voluntad de intervención- vuela, pluma- que quiere incidir en el presente, para iluminarlo: es la manera de trabajar de Gemma y de Eugenia, reunir dos mundos, el de la literatura y el de la pintura, y crear, de carpeta en carpeta, las sinergias necesarias entre el poeta y el pintor, que nos ofrecen resultados sorprendentes, porque la obra seriada confiere significados curiosos al poema, y viceversa. Con Vuela Pluma, con su polisémica ambigüedad, Gemma, con su madre, sigue la línea de excelencia, cuidado y sabiduría, de la ya mítica colección ovejas al lobo, que editó su madre, Eugenia Niño, desde la no menos mítica Galería SEN. Una colección en la que tuve el honor de colaborar con el pintor Rafael Canogar.

Con Antonio Maya nos une también una ya larga amistad, basada en la admiración por su pintura, por esa voluntad de pintar, contra los vientos y las mareas de la posmodernidad. Porque moderno sí que es: moderno, en el sentido de la mirada, en el riguroso autoanálisis, en los cortes, en cierto sentido trágico de sus contenidos, en la voluntad de distanciar lo vivo de lo pintado, -algo vivido como contradictorio, porque lo es, entre los figurativos-, y en la no menos fuerte voluntad de dotarse de un discurso que penetra en el proceso mismo de pintar, como bien se muestra en el texto prologal de esta misma carpeta. A Anunciada Fernández de Córdova la he seguido, más en la distancia, en su trabajo como diplomática, o en esos puestos de responsabilidad institucional y de cooperación, o en la Casa del Rey, y en su literatura, porque los puestos y cargos de esta embajadora no le han impedido la escritura de creación. Así que tiene en su haber dos novelas –Media Luna y Las islas del tiempo-, un libro autobiográfico –El vuelo de los días- y dos libros de poemas: De algo incierto, publicado por Sial, y La percepción inquietante, aparecida en Visor. Si yo hiciera una entrevista a Anunciada, le preguntaría como se siente una siendo embajadora de España en un país, Eslovenia, que no ha estado en el mapa una buena parte de nuestra vida…. De la mía más, que soy mayor. Pensarlo me produce una zozobrante perplejidad: esto de la historia, y esto del tiempo.

De alguna manera, éste del tiempo es el tema que vertebra esta carpeta, tanto en los cinco poemas, algunos muy breves, como en las cinco serigrafías, intervenidas, una por una y en toda su tirada –corta, de 33 ejemplares numerados- por Antonio Maya. El tema de la rosa, desde la antigüedad, nos habla de la fugacidad del tiempo, como nos habla también de la necesidad de atraparlo: collite virgo rosas… “Unas rosas rojas, símbolo del presente”, dice Maya. Y ya el primer poema, veinte rosas, y la primera serigrafía, en que las rosas abstractas parecerían más visibles, se refieren a ese tópico clásico. Porque la carpeta va de rosas y va de tiempo. Y claro, va de memoria.

Los poemas de Anunciada son de una intensidad poco común. Herméticos y puros, se instalan en un lugar marcado por la fugacidad, donde la primera persona de la poeta apenas roza lo real, con un deseo, con una mirada, con una oración. Breves y desnudos, pocas palabras limpias, sin ninguna concesión retórica visible. Y entre ellas, entre las palabras, se levanta, poderosa, la poesía. Esa vibración intangible, esa diferencia. Que pone al lenguaje, tan sencillo, a abrir caminos inexplicados e inexplicables al conocimiento. A otro conocimiento.

Las serigrafías de Antonio Maya ponen en presente lo que es del tiempo: lo que es un proceso que no termina. En su texto prologal, Maya habla de la mirada y el tacto visual, una idea inquietante y esclarecedora: trata la carpeta, dice “sobre lo que se cree ver, se imagina ver, se creería haber visto, o podría haberse visto de haber estado allí”. Allí: cuando el pintor hace las planchas, y cuando deja esa huella individual y distinta de pintura, que levanta –o parece levantar, o creemos que levanta- el volumen no enteramente plano, milimétricamente, del papel ya impreso… y el proceso por el que las rosas han sido esquematizadas, o a lo mejor hay unos dibujos que en función de la palabra rosa creemos percibir como rosas… Esa huella que hace distinta cada serigrafía, que nos invita a imaginar la sensación de las yemas de los dedos sobre el papel, es como esa primera persona de los poemas: levanta cada obra a otro nivel de disfrute estético. A otro tipo de iluminación.

Y algo más sobre la mirada y el tiempo, que creo que es también común a poemas y grabados: esa “química del tiempo y del sentido”, esa imparable usura del tiempo, que no sólo oxida la materia de la cosa, del papel, del pigmento y de las palabras, sino que cambia –oxida, carga, envejece- el ojo que los mira. Que los lee. Instante, creo, es la palabra. Ese instante imposible por definición. O tal vez, lo único real. El esplendor breve y metafísico de la rosa.

Hace falta parar. Parar el alma, mirar, quedarse quieto. Ese es el estado: imposible, que el alma sólo se detiene, “con enigmática melancolía”, dice Maya, “frente a lo inmutable”. Que ya sabemos que no hay.

Por eso, este libro tiene un sabor muy especial. Sabe a melancolía, sabe un poquito a ese otoño recurrente de los poemas de Anunciada, sabe al otoño inmediato, ahora mismo, ay, por caer.

Como dice anunciada en su poema “Ruego”:

Cuando el otoño derrame sus colores

átame con la soga del rojo, del naranja

del verde y del amarillo

sobre una alfombra de hojas

que huele a húmedo

en el bosque.



Muchas gracias.

Rosa Pereda. Madrid, 22 de Septiembre de 2011.




1 comentario:

  1. ¡Enhorabuena a todos por esta nueva entrega!
    Hacéis un trabajo estupendo.
    Abrazos

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