Tolstoi, Carlos García-Alix
Cárcel de amor
Cenizas de amor, Juan Antonio Mañas
La sonata a Kreutzer, Almudena Armenta
La felicidad conyugal, Almudena Armenta
Desazón. Añoranza,.
Sonata de hielo. Tres corazones, Mariana Laín
El roce furtivo.
La carta. La duda, Mariana Laín
La zona ilegal, Iker Serrano
Máscaras en la oscuridad. El tesoro oculto, Iker Serrano
Narvskaya. San Petesburgo, Andrea Santolaya
Noche en la estación, Damián Flores
Joven con abedules, Mariana Laín
Amor en la nieve, Mariana Laín
Tolstoi, Carlos García-Alix
Anna K., Cristina Ruiz Guiñazu
La herida. Horizon, Cristina Ruiz Guiñazu
Pat Andrea
L´ínfidéle, Pat Andrea
Atormentada, Brigitte Szenczi
Ida sin vuelta. Brigitte Szenczi
"Lev Nikolaevich TOLSTOI. Obras Completas" 1ªedición..Tomo 2
El LISSITZKY
Moscú 1928
RETRATO DE
ANA KARENINA
Imagino que suena una música de Stravinsky, quizá
Pájaro de fuego.
Imagino que suena una música de Stravinsky, quizá
Pájaro de fuego, mientras fumo lentamente un oloroso Lusitania de Partagás.
Imagino que
suena una música de Stravinsky, quizá Pájaro de fuego, mientras fumo lentamente
un oloroso Lusitania de Partagás, una tarde luminosa de una ciudad sin nombre.
Imagino ese
escenario de música y humo azul como el ideal para la lectura de Ana Karenina,
una novela que escribió el conde Tolstoi pensando en una hija del poeta
Pushkin.
Imagino ese escenario para la lectura de una novela
que hoy celebramos junto a un grupo selecto de artistas inspirados.
La
música de Stravinsky y el humo azul del
Lusitania de Partagás, son los imaginarios acompañantes de un personaje de
novela que puede ser evocado hoy como un ícono de la infidelidad.
Imagino un retrato de Ana Karenina como un icono
ortodoxo ahumado por los cirios. La recuerdo por una mota de oro en la pupila,
como el retrato de Teodora que imaginó
Lawrence Durell en un poema.
Lo imagino como Durell. Inmerso en esos inestables
deseos que conturban la carne. Una mota de oro en la pupila de un ojo.
Imagino el ojo del retrato con su mota de oro en la
pupila. El acechante ojo que me persigue cuando suena una música de Stravinsky
y el humo azul del Lusitania envuelve el rostro ortodoxo de
Teodora. El rostro ortodoxo del
icono de Karenina. Frente a frente.
Pero a la música la sigue el silencio. Y después el
ruido sordo de un tren agazapado en la noche. Y un cuerpo pálido de mujer
arrollado por una máquina ciega que no conoce el perdón.
MARCOS-RICARDO
BARNATÁN
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